domingo, 27 de marzo de 2011

"Dios me trajo al mundo a destruir la arquitectura" (II)

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"Despegado de las cosas materiales, poco propenso a aceptar encargos por dinero, llevaba una vida de laico pero con votos de pobreza, muchos decían que era hosco y malhumorado, propenso a la melancolía y a la depresión, hipocondríaco reconocido, sumido siempre en sus meditaciones, a veces turbulentas, a veces ensoñaciones."

Esta somera descripción define a Francesco Borromini, sin duda, el más grande de los arquitectos italianos del siglo XVII y con Miguel Angel Buonarotti y Bernini el más influyente de toda la Edad Moderna. Reza su epitafio "aplicó el divino poder de su arte a los edificios romanos".

Y eso es lo que tenía: el divino poder de la arquitectura, de crear y no copiar, de modelar y no sólo construir.Decía en su obra Opus Arquitectonicum:

"Por cierto no desarrollaré esta profesión con el fin de ser un simple copista, si bien sé que al inventar cosas nuevas no se puede recibir el fruto del trabajo, siquiera tarde como no lo recibió el mismo Miguel Angel cuando en la reforma de la gran Basílica de San Pedro usó nuevas formas y ornamentos que sus propios emuladores le criticaban, al punto de procurar muchas veces privarlo de su cargo de arquitetco de San Pedro: sin embargo, el transcurso del tiempo ha puesto de manifiesto que todas sus ideas han resultado dignas de imitación y admiración."

Un adelantado a su tiempo. Consciente de que los grandes mecenas del arte católico optaban por el repetitivo manierismo o por un contenido clasicismo, él insistió en desarrollar toda la fuerza de la arquitectura. Para ello, si fuera necesario como dijimos en el título de este artículo "destruyendo la arquitectura". Al final fue a costa de su propia vida.

Me declaro "Borrominiano" convencido. De ese lenguaje nuevo, absolutamente contrarreformista e impactante, donde la arquitectura toma las texturas y las formas de la escultura y la pintura, donde la luz, el color, las formas, la perspectiva -asuntos tan pictóricos- se convuerten en las reglas de la nueva arquitectura barroca.

Os propongo una actividad colectiva. Dad vuestra opinión: Viendo las obras de Borromini, ¿en qué creeis que innova?.¿por qué es tan rompedor como arquitecto?

Estas son sus obras principales


Colegio de la Congregación para la propaganda de la Fe; Iglasia de Sant'Andrea delle Fratte; San Carlo alle Quattro Fontane; Santa Ines de la Plaza Navona; Sat'Ivo alla Sapienzia; Oratorio de San Felipe Neri.

Puedes ver un video de San Carlo para hacerte una idea tridimensional de sus formas y tamaño interior.


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martes, 22 de marzo de 2011

Ponemos fin a la pintura...por ahora


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Como fin de fiesta, traigo aquí un post que mi hermano Luis ha hecho para su blog. Luisma -como se autotitula al escribir- es pintor, fotografo, un artista en general y, ahora, escritor. Nos ofrece una visión diferente de Velázquez. ¡Que la disfrutéis!

Con sus palabras, damos un giro y volvemos a la arquitectura y la escultura. Yo, particularmente, me alegro.


RETRATO DE UN PINTOR (II)

“Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla….” Debería escribir esto que piensa ahora, aquí, en la soledad de sus aposentos, en una Roma lluviosa. A alguien podrían servirle estas cosas suyas, recuerdos, más adelante. Ha sido instado varias veces, incluso por Su Majestad, a escribir sus memorias. Hoy en día, con menos méritos, la gente lo hace en esta Corte de tantas ínfulas, por supuesto, usando servicios de escribidor. Aunque de él no se espera eso, de él se espera la virtud de sus pinceles.

Pinturas. Desde hace ya mucho tiempo, le llueven las peticiones de retratos y cada vez tiene menos tiempo para dedicarse a ello. Se le hace difícil contentar a todo el mundo. Su salud se resiente. Está mirando sus manos, antes tan firmes y siempre seguras; últimamente le tiemblan, a veces ostensiblemente, y tiene que sujetarlas para que no se haga aparente. El cargo que se le viene encima, aposentador real, le va a comer todas sus horas y más que tuviera. Escribir sus recuerdos, le gustaría, aunque lo que más escriba sean memorándums, informes, montones de papeles; tanto papeleo, que ni siquiera con la ayuda de Juan Pareja, su criado, lo tiene al punto. Maldice la ambición que le introdujo en estos derroteros. Mil veces se repite cada día: Diego, tú a tus pinceles!

Este tiempo que está pasando en Italia, en este segundo viaje, tan deseado, le sirve al menos para pintar más, olvidarse de la Corte y hacer lo que le apetece. Como estaba perdiendo la mano, casi un año sin pintar, no hay excusas, decide hacer un retrato a Pareja. Por cierto, algo tiene que hacer con este hombre, este esclavo que tan bien le ha servido y que ya merece la libertad. Aunque le da miedo que lo abandone para proseguir su carrera de pintor. Que lo es, y no malo! Pinta a hurtadillas; aquel chico que empezó mezclando sus colores, preparando sus pinturas, se ha convertido en un pintor hecho y derecho.

El retrato que hace de Juan ha sido muy bien ponderado en el Vaticano y algunos príncipes de la Iglesia quieren posar para él. Una cosa es saber que es el pintor del Rey de España y otra es ver y admirar este magnifico retrato. A Inocencio X, el Papa, le ha entrado la curiosidad por el artista español y aunque ha oído mucho y bueno de él, no está convencido de ponerse en sus manos. Pintar al Papa es un reto y Diego, que ha escuchado de sus reticencias, decide asaltar ese castillo usando el mejor ariete…pintar a alguien de su entorno familiar. Pareja le ha conseguido un buen modelo: Augurio, ese es el apellido del barbero de Su Santidad. Un hombre bonachón, que tiene todo el tiempo el mundo…y además, se llama Miguel Ángel! Que buen augurio!

Este retrato acaba por ser uno de los que más le han satisfecho y tiene la virtud de inclinar al Papa en su favor. Giambattista Pamphili, Inocencio X, es un hombre mayor, 75 años, irresoluto y desconfiado. Decide retratarse sentado, revestido del rojo papal. Desprovisto de afectación y sin hieratismo. Diego dispone un fondo del mismo tono, algo novedoso en retratos. Carne mortal, rojo y oro. Tremendo efecto. Desde hace ya varios años ha estado pintando de manera abreviada, veladuras, menos materia y más efectos. Tiempo que gana para pensar, imaginar una nueva manera de pintar, ideas que le bullen para el futuro. Siempre algo más.

El Papa es un príncipe poco común. En los pocos ratos que le concede para el posado, se establece una comunicación estrecha con el pintor. Todo lo estrecha que puede ser con un Papa, acostumbrado a abrirse solo con su familia y allegados. Le inquiere sobre Sevilla, sus calles, sus olores. Conoce la ciudad desde sus tiempos como Nuncio Apostólico en Madrid. Este flujo de sensaciones ayudara a perfilar su conocimiento de este hombre elevado en su categoría terrenal; todo para descubrir y fijar sus rasgos más humanos. El retrato será inmenso e intenso, y Diego recibirá cumplimientos de todo tipo. El cumplido mayor viene del propio retratado: “Troppo vero”, dice el Papa estupefacto; pero decide colgarlo en su salón de espera. Gran homenaje.

velazquez-inocencio-x.jpg

Inocencio X. Que personaje!

Está en la cúspide de su arte. Los grandes de la Italia de su tiempo quieren presenciar el ballet de sus pinceles finos y largos, que tanto han llamado la atención. Apenas usa brochas, solo esos pinceles que en sus manos parecen espadas que fueran a batir los lienzos sin atravesarlos. Todo un espectáculo verle pintar. El Papa queda muy impresionado. Inocencio X, hombre alto, delgado, feo, colérico y con muy mala “forma”, queda plasmado por el genio de Velázquez para los restos.

La comisión de su viaje toca fondo, ha comprado Tizianos, Veronés y Tintorettos magníficos, para las colecciones del Rey, y más de 300 esculturas de todo tipo. El viaje llega a su fin. Toda esta escultura es algo nuevo para la Corte española. Caballos para sus retratos ecuestres, modelos para dibujar. Los desnudos van a sorprender a una Corte reticente, puntillosa y reaccionaria. Veremos lo que dura toda esta apertura. Aún colea el asunto de la Venus del Espejo, guardada en su estudio, solo para la mirada de unos cuantos elegidos. Diego esta cansado y hasta él mismo sospecha que enfermo, pero aún arde en su interior el fuego de la gran pintura. Todavía hay mucho que pintar, pintar, pintar.

Luisma, 15 de Enero del 2011

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viernes, 11 de marzo de 2011

¿ Y si tuvieras que elegir...?

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Hoy, en "La imagen de la semana" te planteo un interrogante. Mira las fotos del Slide...

¿ Y si tuvieras que elegir entre ellas?. Oh!, no puedes rechazar el ofrecimiento, no son todas iguales, ni puedes elegirlas todas... Si no te quedara más remedio que elegir, si estuvieras obligado a elegir, si de tu decisión dependieran estas obras...

¿Cuál elegirías?

Dime cuál y dime el porqué artístico y emocional que te ha llevado a salvarla. Habla con el sentido crítico de historiador del arte y con el corazón de amante del arte.

No es un ejercicio sólo para mis alumnos. Amable lector y amigo, participa...



Los olvidados del Temario: El siglo de oro de la pintura española

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Os parecerá mentira a los que nos veáis desde lejos.
Están locos estos extremeños...
No, no os frotéis los ojos perplejos ante este desatino.

No hay un tema de la pintura española del Siglo de Oro.

Amo a Caravaggio pero se podría analizar a través de Ribera; adoro a Vermeer pero le puede emular Murillo; Rubens es como de casa, tan español como Tiziano o el Greco. Velázquez es Dios, por supuesto, pero el resto de pintores barrocos españoles podrían servir para analizar todos los nuevos campos que va a explorar la pintura de este siglo: la luz, el color creando formas y volúmenes, las composiciones complejas, la expresividad, la perspectiva aérea,...
Una pena. A veces unas gotas de patriotismo no nos vendrían mal...

El tema que nos ocupa estos días en clase es "La pintura del siglo XVII en Flandes, Holanda y España: Rubens, Rembrandt y Velázquez." En la media hora larga que tienen para exponerlo en Selectividad apenas se puede decir nada que se salga de esos tres autores.

Por eso, como siempre me resisto a no trabajar algo la obra de autores tan espectaculares como Cotán, Ribalta, Ribera, Zurbarán, Alonso Cano, Herrera el Mozo, Murillo, Valdés Leal, Juan Carreño o Claudio Coello. Todfos ellos, y otros muchos menores, hacen del siglo XVII el Siglo de Oro de la pintura española, quizás tan sólo igualado por los maestros de las vanguardias del XX.

De entre todos ellos destacamos a tres: Ribera y Zurbarán de la primera mitad del siglo y Murillo de la segunda.

No voy a hacer una sesuda disertación sobre ellos. Un blog no pide esas cosas. Tan sólo unos breves apuntes que os sirvan para entenderlos mejor y complementar lo explicado en clase...

Ribera muestra dos épocas claramente diferenciadas:

una primera, basada el el uso de la luz al estilo de Caravaggio, con un fuerte y acusado tenebrismo. Hay en su obra una presencia clara de la línea como creadora de formas pero su pincelada es corta y algo difusa. Sus tipos humanos rondan el expresionismo o el feismo, muy en la línea de los modelos del maestro italiano.


San Andrés de Ribera 1630

Y una segunda, napolitana, con composiciones más complejas, con una mayor luminosidad y contrastes de colores, con fondos elaborados donde predominan cielos claros y luminosos pero manteniendo su realismo naturalista y su pincelada corta aunque en algunos casos algo más viva y difuminada.


El patizambo, 1642


El martirio de San Felipe, 1639

Zurbarán, sin emabrgo, presenta una unidad de estilo a lo largo de toda su carrera artística. Asentado en Sevilla trabaja para grandes centros monásticos que le encargan o retablos o series de óleos sobre temas religiosos y de la vida monacal.


Sacristía del Monasterio de Guadalupe, 1637-1640

Destacaremos como propio de este autor el rechazo a las composiciones dinámicas tan en boga en el Barroco tras la obra de los Carraci o de Rubens; el gusto por figuras muy realistas pero de factura algo tosca, ante la ausencia de veladuras o gradaciones tonales en los cuerpos y ropas. De escultóricas las califican algunos.


San Hugo en el refrectorio de los Cartujos, 1655


Igualmente, Zurbarán es un pintor de la línea, del dibujo, alejado de las influencias del norte de Europa donde el color gana en presencia a la hora de crear formas; sus colores son muy planos, con poco juego de luces y sombras y gradaciones internas y además con una paleta muy escasa en variedad.


Monasterio de Guadalupe. Padre Illescas, 1638

Por fin, decir que sus figuras reflejan el sentir de la pintura española: son personajes con cierta intensidad expresiva pero contenida, serena, alejada de los dramatismos de otros países y autores.


San Jerónimo en el Monasterio de Guadalupe, 1637

En detrimento, citar que muestra cierta torpeza en su obra al trabajar la perspectiva.


Entierro de San Buenaventura, 1629

Bartolomé Esteban Murillo es quizás uno de los pintores más atípicos del panorama pictórico español del siglo XVII junto a Velázquez.

Su obra se caracteriza por el gran número de obras de corte costumbrista, fruto de su trabajo en una Sevilla cosmopolita y comercial.
Pero aun más destacado es que sus figuras muestran una enorme ternura, afectividad, hermosura natural y sensibilidad que hacen de su obra algo diferente hasta lo ahora visto.

Dos momentos en su obra como dijimos para Ribera: una primera época, de influencia tenebrista, muy dibujística y de pincelada lisa, suave y paleta de colores pardos y ocres.


Sagrada Familia del pajarito, 1649


Otra, la más destacada, su edad adulta. De una pintura más suelta, vivaz, de mayor colorido y luminosidad y un progresivo abandono de la línea para componer las formas. Sus temas muestran una sensibilidad grande por el ser humano pero también son alegorías de la caridad, la castidad y la pureza.


Inmaculada concepción, 1660


Niños comiendo y vendiendo fruta. 1650


Para acabar una pequeña muestra de esos maravillosos"segundones" de este siglo...


Cotán
Bodegón, 1602


Ribalta
Cristo abrazando a San Bernardo, 1620



Alonso Cano
Cristo muerto sostenido por un angel 1646



Herrera el Mozo
Triunfo de San Hermenegildo, 1654



Valdés Leal
In ictu oculi, 1672



Juan Carreño de Miranda
San Sebastián 1656



Claudio Coello
Carlos II y la Sagrada Forma 1685


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Todos fuimos caravaggistas...

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Bien podría ser una frase aplicable a casi todos los pintores de la primera mitad del siglo XVII.

Aunque cada uno evolucionó hacia sus formas personales, todos pasaron su etapa tenebrista, al menos en la pintura que tuvo contacto con el mundo italiano.
Incluso aquellos que llegaron al tenebrismo por sus propias vías artísticas y no conocieron la obra del maestro italiano, engrandecen la importancia de este pintor para el arte.

Por eso, Caravaggio-Michelangelo Merisi- es un genio que trasciende a su época para crear un mundo pictórico totalmente diferente a lo que se había estado haciendo hasta ese momento en el Renacimiento y en el Manierismo.

Tomperez en su blog del IES Victoria Kent, de Elche (Alicante) nos ofrece una selección de páginas web sobre el autor para hacernos una visión lo más completa posible de su obra. Las referimos a continuación...


En los siguientes enlaces puedes conocer a fondo la biografía y obra de este extraordinario pintor italiano, que revolucionó el arte de la pintura.


Elige el enlace que mejor se adapte a tus gustos y necesidades.

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