lunes, 7 de mayo de 2012

Rembrandt Harmenszoon van Rijn

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Pocos autores han sido capaces de reflejar en su pintura algo más allá de su propia capacidad técnica. Esto es algo que apreciamos y exigimos de la pintura contemporánea, desde las vanguardias. Sin embargo, estaba al alcance de muy pocos en el pasado. Sí al alcance de Rembrandt, que nos dejo un testimonio de su evolución como pintor y persona a través de su físico y su propio rostro.
Excepcional testimonio de su capacidad pictórica y de la miseria y la gloria humana.



Los Huygens, Constantijn y Christiaan, conocidos en Holanda por sus estudios de ciencia y obras literarias, fueron los primeros grandes mecenas de Rembrandt. Su fama le llevó a residir ya en Amsterdam, convirtiéndose ya en un conocido y reputado pintor. Esta bonanza se ve en la altivez de su rostro y apariencia. Incluso para la segunda foto ya tenía alumnos, signo de maestría.



Entre 1632 y 1640 Rembrandt alcanza honores y reconocimiento pero se hace adulto. Cambia su aspecto físico, viste como un adulto enriquecido, se deja bigote y engorda ostensiblemente. No es una decadencia física sino todo lo contrario. Es la muestra, la impresión del triunfo. Ha pintado la aclamada lección de anatomía del doctor Tulp o el descendimiento de Cristo para el statholder Federico-Enrique de Orange-Nassau. Se ha casado con Saskia van Uylenburch, la hija de su maestro. Es un matrimonio declaramente por amor.
Pero la vida le golpea con fuerza en esos años. Sus hijos mueren recien nacidos y en 1640 muere también su madre. Un punto de tristeza se deja ver en el segundo retrato aunqe él mismo se quiere representar optimista ante la vida.


Muere Saskia. Un ya opulento Rembrandt parece no dejar entrever una gran aflicción...quizás en sus ojos y el rictus de su boca. Ese amor trasmutado en matrimonio: Saskia no le hace heredero sino usufructuario de su fortuna. Un revés para un Rembrandt que ya ha empezado su gran pasión, el coleccionismo de arte. Es curioso, en plena crisis personal surge su obra más grande: La Ronda de Noche.



La estrella de Rembrandt se apaga. Sus obras siguen siendo referencia en el arte holandés pero su dispendiosa vida, el coleccionismo y sus relaciones personales le llevan a la ruina. El rostro del pintor denota varios golpes a su enorme autoestima: denunciado por concubinato ante un tribunal eclesiástico, arruinado por fracasados negocios comerciales en las Indias, ahogado por las deudas de sus masivas compras de arte, ha de declararse en 1656 insolvente y son subastados y vendidos todos sus bienes. Este autorretrato refleja la tortuosa situación y, sobre todo, la pérdida de esa fuerza juvenil y adulta. Es un hombre no acabado pero sí amedrentado.


Rembrandt por acuerdo judicial y para no acabar en la carcel se convierte en empleado de su hijo y de su criada que se comprometen a alimentarlo y alojarlo de por vida. La sombra de la prisión desaparece pero su fama también. Su pintura se hace cada vez más oscura, de trazos violentos y nerviosos. Por un momento parece que vemos dos pintores: uno, oficial, de pago "Los síndicos de los pañeros" y otro, personal, impresionista, "San Mateo y el Angel", "La joven bañandose en un arroyo". La hidropesía agotaba su poca paciencia y su pobre espíritu vivía atormentado.

Morirá el 4 de octubre de 1669.

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